lunes, 29 de marzo de 2010

Me voy a hacer una alforja.

Pues a raíz de un desafortunado incidente ayer en el que algún hijo de madre de moral distraída y de padre confuso,que supongo que por su reciente cabreo por no saber a quien hacerle regalo el día del padre, me robó de la alforja el traje de agua y la braga decidí hacerme con unas alforjas nuevas con algo más de seguridad.Unas nuevas son demasiado caras para mi maltrecha economía y además quiero meterles un par de cerraduras para que no se vuelva a repetir.

Lo hablé con mi padre,que últimamente esta ocioso y además yo se quien es no como el tipejo que me robó y el me ayuda a coserlas,no vi demasiado complicado,así que me voy a tirar a la piscina a ver como quedan,ya localicé un comercio en el que te venden el cuero como quieras sólo me falta el saber por cuanto me salen y ponerme a ello,empezaré después de Semana Santa.

Ya iré colgando aquí los progresos...si los hay.Os dejo un croquis básico de como irán.

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miércoles, 24 de marzo de 2010

Casco Bretto.

Hoy me llegó el casco que me regalaron los chicos de una tienda online llamada Provauto a través de un concurso en Foromotos .El concurso la verdad era fácil,no era más que apuntarse y tener suerte de que saliese tu número,y la tuve.

El casco es un jet marca Bretto,en realidad es de una marca china llamada WLT,pero en Provauto le pusieron el nombre de su marca.No tiene pinta de mal casco,está bien acabado y es realmente cómodo,el color no es el que yo hubiese escogido,pero lo pondrá más la jefa que yo...y a ella le entusiasma,así que genial.

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martes, 23 de marzo de 2010

La diabetes y la moto.

Como ya dije en mi primera entrada había diversas razones por las que no debería subirme a una moto de alta cilindrada ni en el concesionario;como por ejemplo que la última vez que había cogido algo con dos ruedas fue una BH con 15 años...pero eso lo cura la experiencia.Realmente lo que hace que las motos no sean una afición aconsejable para mí es la diabetes,padezco diabetes tipo 1.

Para quién no sepa lo que es la diabetes es una enfermedad metabólica que hace que el páncreas no produzca insulina,una hormona que ayuda a la glucosa a entrar en las células y así estas se alimentan.Si no produces insulina las células no se alimentan,sintiendo debilidad,y la glucosa queda en la sangre,espesándola y haciendo que los riñones trabajen a marchas forzadas.Esto es una descripción somera y poco científica de lo que es la diabetes.

Pues como mi páncreas es un jodido vago y le dio por jubilarse sin avisar a los 26 años la moto es de lo más desaconsejable.El páncreas ajusta los niveles de insulina automáticamente dependiendo de los que comas,del ejercicio que hagas en cada momento o de cualquier cosa que haga que necesites mas o menos glucosa.Al no funcionar este órgano en cuestión los diabéticos necesitamos suplirlo inyectándonos la insulina directamente,si tienes una rutina muy sólida más o menos mantienes los niveles de glucosa estables.

Aclaro;si los niveles de glucosa están bajos te dan hipoglucemias,vamos un bajón de azúcar de toda la vida,pero con la diferencia de que son bastante más fuertes que los de una persona no enferma.Si los niveles son altos te pueden dar hiperglucemias,normalmente tienen pocas complicaciones a corto plazo,aunque en casos muy exagerados puede tenerlos,pero si se mantiene este estado puedes acabar con problemas graves de circulación sanguínea,riñones y ojos.

Bueno,pues como todo el que monta en moto sabe es imposible preverlo todo,así que un simple curva que tomes un poco mas forzada de lo que debes de esas que hacen que te salte la adrenalina en el caso de un diabetico puede ser un grave problema,hace que tu cuerpo consuma una gran cantidad de glucosa,pudiendo causar unos minutos más tarde un desmayo...cosa que es bastante desaconsejable yendo en moto.

Una vez me paso un caso que es bastante ejemplificante:

Salí un día con mi novia a ver por segunda vez una moto a un concesionario,la primera vez que había pasado por él la vi,una Honda Shadow Black Widow preciosa con 3000 km. y por sólo 4.200 €,pero que no me supo decir el chaval si estaba vendida o no,pasé al día siguiente,cuando estaba el jefe y me dijo que ya estaba vendida.Me desilusionó mucho,la verdad.Así que seguí la "ruta de los concesionarios" a los veinte minutos de coger el coche noté que me estaba bajando el azúcar,así que me tomé un par de sobres de azúcar...lo siguiente que recuerdo es estar a 20 kilómetros de donde fui consciente la última vez de estar.

Según me contó mi novia perdí la noción de mi mismo,me puse a hacer el tonto y casi me la pego en un semáforo...porque me pegó un grito y frené,pero estuve a 5 centímetros de darle a otro coche por detrás,ella con los nervios no acertó a quitarme la llave del contacto,bajó del coche para sacarme de él pero antes de que pudiera hacer llegar a mi puerta ya había arrancado y enfilado la autopista y como dije anteriormente me empezó a subir la glucosa unos 20 kilómetros mas adelante...pa´habernos matao,y sólo por un pequeño disgusto que hizo que mi glucosa entrase en barrena.

Mis chapas de perro, que nunca se sabe:

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jueves, 18 de marzo de 2010

Los videojuegos y las motos I.

Esto quiero que sea otro de esos temas que cuando no sepa que escribir pueda echar mano de ello.

Hay que decir que antes que motero era gamer,vamos que eso es en inglés quiere decir que paso mas tiempo con la nariz metida en una pantalla que durmiendo,pero si lo dices en guiri parece hasta algo decente.

Los videojuegos de motos y las motos en los videojuegos son algo que va unido desde un momento muy temprano,aunque algún posible lector joven crea que todo empezó con la Play Station 2 se equivoca,algunos que dejamos parte de nuestra juventud en salones en los que había máquinas marcadas a fuego por los cigarrillos de futuros delincuentes juveniles sabemos que todo empezó mucho antes;con las recreativas,la NES e incluso el Amstrad CPC o la consola Atari 2600,esta ya sólo la recordaran los auténticos jugones pata negra.

En los videojuegos,como ya he dicho,siempre estuvo presente el mundo de las motos,ya fuera con juegos que trataban directamente de motos o como parte de ellos,tanto en fases concretas como parte del decorado.Iré desgranando poco a poco,según mi mente de geek se vaya acordando de los juegos y motos que más me hayan marcado.

Corría algo más de la mitad de la década de los ochenta,en ese tiempo España pudo ver la ya mítica teta de Sabrina Salerno y tan grande como ese pecho que nos enseñó en nochevieja esa,por entonces,lozana jovenzuela eran los píxeles de los juegos.En esas fechas me regalaron mi primera consola,una NES.Con esa máquina por la que todo crío era capaz de dejar un charco de babas delante de un escaparate me regalaron el primer videojuego de motos que tuve el honor de poseer,el único e inimitable Excitebibe.

Era un videojuego de motocross en algo parecido a una vista isométrica,competías contra la máquina(un máximo de 4 oponentes) y contra el tiempo.Una de las genialidades que tenía era que podías crear tus propios circuitos y que existía el "modo turbo" que te daba aceleración extra pero calentaba la moto.

No se las tardes que me pasé delante de mi televisión de 14 pulgadas pegando brincos en un circuito que sólo tenía rectas y saltos.

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lunes, 15 de marzo de 2010

Minisalida.

Pues nada,para ir aprovechando el buen tiempo hoy salimos a dar una vueltecilla;Tino(el chaval que me vendió la moto),Bueno(un coleguilla del curro) y por supuesto yo.

Salimos de la gasolinera de Foro y nos fuimos a Villaviciosa por la carretera vieja.A quien no sea de aqui o no la conozca...vamos,a quien no sea de aquí,la carretera vieja de la Villa es algo digno de recorrer,muchas curvas(demasiadas y demasiado cerradas para mi habilidad)y buen asfalto.

Y poco más que contar,una ruta de 40 minutos,unas birras al llegar a destino y de vuelta por la autopista 20 minutos y de nuevo unas cervezas.

Las motos por orden de Tino(Honda VTX 1800),la mía,y la de Bueno(Suzuki Burgman 125):

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Estos somos Tino y yo,yo soy el que tiene pelo:

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Y aquí Bueno y después el nene:

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viernes, 12 de marzo de 2010

Mi vida al aire libre.

Hoy,día de la muerte de Miguel Delibes me gustaría recomendaros un libro,"Mi vida al aire libre".

Es una autobiografía escrita en torno a su afición a diversos deportes,entre ellos el motociclismo.En el libro cuenta divertidas anécdotas,como por ejemplo cuando iba a buscar a su novia,Ángeles, en su primera moto,una Montesa de 125cc que de tanto repararla sobre la marcha,se le partía la cadena,su novia acabo aprendiendo el lenguaje de la mecánica.

Como toda la obra de Delibes es sencilla de leer y además es de lo más ameno y divertido.


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jueves, 11 de marzo de 2010

La Noche Boca Arriba.

Hace poco volví a tener noticias de un amigo del que hacía tiempo que no sabía nada,inmediatamente recordé un pequeño cuento al que me remitió en cuanto supo que me estaba comprando una moto.Es un relato corto de Julio Cortázar,se llama "La noche boca arriba",aquí os lo dejo:


Y salían en ciertas épocas a cazar enemigos;
le llamaban la guerra florida.

A mitad del largo zaguán del hotel pensó que debía ser tarde y se apuró a salir a la calle y sacar la motocicleta del rincón donde el portero de al lado le permitía guardarla. En la joyería de la esquina vio que eran las nueve menos diez; llegaría con tiempo sobrado adonde iba. El sol se filtraba entre los altos edificios del centro, y él -porque para sí mismo, para ir pensando, no tenía nombre- montó en la máquina saboreando el paseo. La moto ronroneaba entre sus piernas, y un viento fresco le chicoteaba los pantalones.

Dejó pasar los ministerios (el rosa, el blanco) y la serie de comercios con brillantes vitrinas de la calle Central. Ahora entraba en la parte más agradable del trayecto, el verdadero paseo: una calle larga, bordeada de árboles, con poco tráfico y amplias villas que dejaban venir los jardines hasta las aceras, apenas demarcadas por setos bajos. Quizá algo distraído, pero corriendo por la derecha como correspondía, se dejó llevar por la tersura, por la leve crispación de ese día apenas empezado. Tal vez su involuntario relajamiento le impidió prevenir el accidente. Cuando vio que la mujer parada en la esquina se lanzaba a la calzada a pesar de las luces verdes, ya era tarde para las soluciones fáciles. Frenó con el pie y con la mano, desviándose a la izquierda; oyó el grito de la mujer, y junto con el choque perdió la visión. Fue como dormirse de golpe.

Volvió bruscamente del desmayo. Cuatro o cinco hombres jóvenes lo estaban sacando de debajo de la moto. Sentía gusto a sal y sangre, le dolía una rodilla y cuando lo alzaron gritó, porque no podía soportar la presión en el brazo derecho. Voces que no parecían pertenecer a las caras suspendidas sobre él, lo alentaban con bromas y seguridades. Su único alivio fue oír la confirmación de que había estado en su derecho al cruzar la esquina. Preguntó por la mujer, tratando de dominar la náusea que le ganaba la garganta. Mientras lo llevaban boca arriba hasta una farmacia próxima, supo que la causante del accidente no tenía más que rasguños en la piernas. "Usté la agarró apenas, pero el golpe le hizo saltar la máquina de costado..."; Opiniones, recuerdos, despacio, éntrenlo de espaldas, así va bien, y alguien con guardapolvo dándole de beber un trago que lo alivió en la penumbra de una pequeña farmacia de barrio.

La ambulancia policial llegó a los cinco minutos, y lo subieron a una camilla blanda donde pudo tenderse a gusto. Con toda lucidez, pero sabiendo que estaba bajo los efectos de un shock terrible, dio sus señas al policía que lo acompañaba. El brazo casi no le dolía; de una cortadura en la ceja goteaba sangre por toda la cara. Una o dos veces se lamió los labios para beberla. Se sentía bien, era un accidente, mala suerte; unas semanas quieto y nada más. El vigilante le dijo que la motocicleta no parecía muy estropeada. "Natural", dijo él. "Como que me la ligué encima..." Los dos rieron y el vigilante le dio la mano al llegar al hospital y le deseó buena suerte. Ya la náusea volvía poco a poco; mientras lo llevaban en una camilla de ruedas hasta un pabellón del fondo, pasando bajo árboles llenos de pájaros, cerró los ojos y deseó estar dormido o cloroformado. Pero lo tuvieron largo rato en una pieza con olor a hospital, llenando una ficha, quitándole la ropa y vistiéndolo con una camisa grisácea y dura. Le movían cuidadosamente el brazo, sin que le doliera. Las enfermeras bromeaban todo el tiempo, y si no hubiera sido por las contracciones del estómago se habría sentido muy bien, casi contento.

Lo llevaron a la sala de radio, y veinte minutos después, con la placa todavía húmeda puesta sobre el pecho como una lápida negra, pasó a la sala de operaciones. Alguien de blanco, alto y delgado, se le acercó y se puso a mirar la radiografía. Manos de mujer le acomodaban la cabeza, sintió que lo pasaban de una camilla a otra. El hombre de blanco se le acercó otra vez, sonriendo, con algo que le brillaba en la mano derecha. Le palmeó la mejilla e hizo una seña a alguien parado atrás.

Como sueño era curioso porque estaba lleno de olores y él nunca soñaba olores. Primero un olor a pantano, ya que a la izquierda de la calzada empezaban las marismas, los tembladerales de donde no volvía nadie. Pero el olor cesó, y en cambio vino una fragancia compuesta y oscura como la noche en que se movía huyendo de los aztecas. Y todo era tan natural, tenía que huir de los aztecas que andaban a caza de hombre, y su única probabilidad era la de esconderse en lo más denso de la selva, cuidando de no apartarse de la estrecha calzada que sólo ellos, los motecas, conocían.

Lo que más lo torturaba era el olor, como si aun en la absoluta aceptación del sueño algo se revelara contra eso que no era habitual, que hasta entonces no había participado del juego. "Huele a guerra", pensó, tocando instintivamente el puñal de piedra atravesado en su ceñidor de lana tejida. Un sonido inesperado lo hizo agacharse y quedar inmóvil, temblando. Tener miedo no era extraño, en sus sueños abundaba el miedo. Esperó, tapado por las ramas de un arbusto y la noche sin estrellas. Muy lejos, probablemente del otro lado del gran lago, debían estar ardiendo fuegos de vivac; un resplandor rojizo teñía esa parte del cielo. El sonido no se repitió. Había sido como una rama quebrada. Tal vez un animal que escapaba como él del olor a guerra. Se enderezó despacio, venteando. No se oía nada, pero el miedo seguía allí como el olor, ese incienso dulzón de la guerra florida. Había que seguir, llegar al corazón de la selva evitando las ciénagas. A tientas, agachándose a cada instante para tocar el suelo más duro de la calzada, dio algunos pasos. Hubiera querido echar a correr, pero los tembladerales palpitaban a su lado. En el sendero en tinieblas, buscó el rumbo. Entonces sintió una bocanada del olor que más temía, y saltó desesperado hacia adelante.

-Se va a caer de la cama -dijo el enfermo de la cama de al lado-. No brinque tanto, amigazo.

Abrió los ojos y era de tarde, con el sol ya bajo en los ventanales de la larga sala. Mientras trataba de sonreír a su vecino, se despegó casi físicamente de la última visión de la pesadilla. El brazo, enyesado, colgaba de un aparato con pesas y poleas. Sintió sed, como si hubiera estado corriendo kilómetros, pero no querían darle mucha agua, apenas para mojarse los labios y hacer un buche. La fiebre lo iba ganando despacio y hubiera podido dormirse otra vez, pero saboreaba el placer de quedarse despierto, entornados los ojos, escuchando el diálogo de los otros enfermos, respondiendo de cuando en cuando a alguna pregunta. Vio llegar un carrito blanco que pusieron al lado de su cama, una enfermera rubia le frotó con alcohol la cara anterior del muslo, y le clavó una gruesa aguja conectada con un tubo que subía hasta un frasco lleno de líquido opalino. Un médico joven vino con un aparato de metal y cuero que le ajustó al brazo sano para verificar alguna cosa. Caía la noche, y la fiebre lo iba arrastrando blandamente a un estado donde las cosas tenían un relieve como de gemelos de teatro, eran reales y dulces y a la vez ligeramente repugnantes; como estar viendo una película aburrida y pensar que sin embargo en la calle es peor; y quedarse.

Vino una taza de maravilloso caldo de oro oliendo a puerro, a apio, a perejil. Un trozito de pan, más precioso que todo un banquete, se fue desmigajando poco a poco. El brazo no le dolía nada y solamente en la ceja, donde lo habían suturado, chirriaba a veces una punzada caliente y rápida. Cuando los ventanales de enfrente viraron a manchas de un azul oscuro, pensó que no iba a ser difícil dormirse. Un poco incómodo, de espaldas, pero al pasarse la lengua por los labios resecos y calientes sintió el sabor del caldo, y suspiró de felicidad, abandonándose.

Primero fue una confusión, un atraer hacia sí todas las sensaciones por un instante embotadas o confundidas. Comprendía que estaba corriendo en plena oscuridad, aunque arriba el cielo cruzado de copas de árboles era menos negro que el resto. "La calzada", pensó. "Me salí de la calzada." Sus pies se hundían en un colchón de hojas y barro, y ya no podía dar un paso sin que las ramas de los arbustos le azotaran el torso y las piernas. Jadeante, sabiéndose acorralado a pesar de la oscuridad y el silencio, se agachó para escuchar. Tal vez la calzada estaba cerca, con la primera luz del día iba a verla otra vez. Nada podía ayudarlo ahora a encontrarla. La mano que sin saberlo él aferraba el mango del puñal, subió como un escorpión de los pantanos hasta su cuello, donde colgaba el amuleto protector. Moviendo apenas los labios musitó la plegaria del maíz que trae las lunas felices, y la súplica a la Muy Alta, a la dispensadora de los bienes motecas. Pero sentía al mismo tiempo que los tobillos se le estaban hundiendo despacio en el barro, y la espera en la oscuridad del chaparral desconocido se le hacía insoportable. La guerra florida había empezado con la luna y llevaba ya tres días y tres noches. Si conseguía refugiarse en lo profundo de la selva, abandonando la calzada más allá de la región de las ciénagas, quizá los guerreros no le siguieran el rastro. Pensó en la cantidad de prisioneros que ya habrían hecho. Pero la cantidad no contaba, sino el tiempo sagrado. La caza continuaría hasta que los sacerdotes dieran la señal del regreso. Todo tenía su número y su fin, y él estaba dentro del tiempo sagrado, del otro lado de los cazadores.

Oyó los gritos y se enderezó de un salto, puñal en mano. Como si el cielo se incendiara en el horizonte, vio antorchas moviéndose entre las ramas, muy cerca. El olor a guerra era insoportable, y cuando el primer enemigo le saltó al cuello casi sintió placer en hundirle la hoja de piedra en pleno pecho. Ya lo rodeaban las luces y los gritos alegres. Alcanzó a cortar el aire una o dos veces, y entonces una soga lo atrapó desde atrás.

-Es la fiebre -dijo el de la cama de al lado-. A mí me pasaba igual cuando me operé del duodeno. Tome agua y va a ver que duerme bien.

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Al lado de la noche de donde volvía, la penumbra tibia de la sala le pareció deliciosa. Una lámpara violeta velaba en lo alto de la pared del fondo como un ojo protector. Se oía toser, respirar fuerte, a veces un diálogo en voz baja. Todo era grato y seguro, sin acoso, sin... Pero no quería seguir pensando en la pesadilla. Había tantas cosas en qué entretenerse. Se puso a mirar el yeso del brazo, las poleas que tan cómodamente se lo sostenían en el aire. Le habían puesto una botella de agua mineral en la mesa de noche. Bebió del gollete, golosamente. Distinguía ahora las formas de la sala, las treinta camas, los armarios con vitrinas. Ya no debía tener tanta fiebre, sentía fresca la cara. La ceja le dolía apenas, como un recuerdo. Se vio otra vez saliendo del hotel, sacando la moto. ¿Quién hubiera pensado que la cosa iba a acabar así? Trataba de fijar el momento del accidente, y le dio rabia advertir que había ahí como un hueco, un vacío que no alcanzaba a rellenar. Entre el choque y el momento en que lo habían levantado del suelo, un desmayo o lo que fuera no le dejaba ver nada. Y al mismo tiempo tenía la sensación de que ese hueco, esa nada, había durado una eternidad. No, ni siquiera tiempo, más bien como si en ese hueco él hubiera pasado a través de algo o recorrido distancias inmensas. El choque, el golpe brutal contra el pavimento. De todas maneras al salir del pozo negro había sentido casi un alivio mientras los hombres lo alzaban del suelo. Con el dolor del brazo roto, la sangre de la ceja partida, la contusión en la rodilla; con todo eso, un alivio al volver al día y sentirse sostenido y auxiliado. Y era raro. Le preguntaría alguna vez al médico de la oficina. Ahora volvía a ganarlo el sueño, a tirarlo despacio hacia abajo. La almohada era tan blanda, y en su garganta afiebrada la frescura del agua mineral. Quizá pudiera descansar de veras, sin las malditas pesadillas. La luz violeta de la lámpara en lo alto se iba apagando poco a poco.

Como dormía de espaldas, no lo sorprendió la posición en que volvía a reconocerse, pero en cambio el olor a humedad, a piedra rezumante de filtraciones, le cerró la garganta y lo obligó a comprender. Inútil abrir los ojos y mirar en todas direcciones; lo envolvía una oscuridad absoluta. Quiso enderezarse y sintió las sogas en las muñecas y los tobillos. Estaba estaqueado en el piso, en un suelo de lajas helado y húmedo. El frío le ganaba la espalda desnuda, las piernas. Con el mentón buscó torpemente el contacto con su amuleto, y supo que se lo habían arrancado. Ahora estaba perdido, ninguna plegaria podía salvarlo del final. Lejanamente, como filtrándose entre las piedras del calabozo, oyó los atabales de la fiesta. Lo habían traído al teocalli, estaba en las mazmorras del templo a la espera de su turno.

Oyó gritar, un grito ronco que rebotaba en las paredes. Otro grito, acabando en un quejido. Era él que gritaba en las tinieblas, gritaba porque estaba vivo, todo su cuerpo se defendía con el grito de lo que iba a venir, del final inevitable. Pensó en sus compañeros que llenarían otras mazmorras, y en los que ascendían ya los peldaños del sacrificio. Gritó de nuevo sofocadamente, casi no podía abrir la boca, tenía las mandíbulas agarrotadas y a la vez como si fueran de goma y se abrieran lentamente, con un esfuerzo interminable. El chirriar de los cerrojos lo sacudió como un látigo. Convulso, retorciéndose, luchó por zafarse de las cuerdas que se le hundían en la carne. Su brazo derecho, el más fuerte, tiraba hasta que el dolor se hizo intolerable y hubo que ceder. Vio abrirse la doble puerta, y el olor de las antorchas le llegó antes que la luz. Apenas ceñidos con el taparrabos de la ceremonia, los acólitos de los sacerdotes se le acercaron mirándolo con desprecio. Las luces se reflejaban en los torsos sudados, en el pelo negro lleno de plumas. Cedieron las sogas, y en su lugar lo aferraron manos calientes, duras como el bronce; se sintió alzado, siempre boca arriba, tironeado por los cuatro acólitos que lo llevaban por el pasadizo. Los portadores de antorchas iban adelante, alumbrando vagamente el corredor de paredes mojadas y techo tan bajo que los acólitos debían agachar la cabeza. Ahora lo llevaban, lo llevaban, era el final. Boca arriba, a un metro del techo de roca viva que por momentos se iluminaba con un reflejo de antorcha. Cuando en vez del techo nacieran las estrellas y se alzara ante él la escalinata incendiada de gritos y danzas, sería el fin. El pasadizo no acababa nunca, pero ya iba a acabar, de repente olería el aire libre lleno de estrellas, pero todavía no, andaban llevándolo sin fin en la penumbra roja, tironeándolo brutalmente, y él no quería, pero cómo impedirlo si le habían arrancado el amuleto que era su verdadero corazón, el centro de la vida.

Salió de un brinco a la noche del hospital, al alto cielo raso dulce, a la sombra blanda que lo rodeaba. Pensó que debía haber gritado, pero sus vecinos dormían callados. En la mesa de noche, la botella de agua tenía algo de burbuja, de imagen traslúcida contra la sombra azulada de los ventanales. Jadeó buscando el alivio de los pulmones, el olvido de esas imágenes que seguían pegadas a sus párpados. Cada vez que cerraba los ojos las veía formarse instantáneamente, y se enderezaba aterrado pero gozando a la vez del saber que ahora estaba despierto, que la vigilia lo protegía, que pronto iba a amanecer, con el buen sueño profundo que se tiene a esa hora, sin imágenes, sin nada... Le costaba mantener los ojos abiertos, la modorra era más fuerte que él. Hizo un último esfuerzo, con la mano sana esbozó un gesto hacia la botella de agua; no llegó a tomarla, sus dedos se cerraron en un vacío otra vez negro, y el pasadizo seguía interminable, roca tras roca, con súbitas fulguraciones rojizas, y él boca arriba gimió apagadamente porque el techo iba a acabarse, subía, abriéndose como una boca de sombra, y los acólitos se enderezaban y de la altura una luna menguante le cayó en la cara donde los ojos no querían verla, desesperadamente se cerraban y abrían buscando pasar al otro lado, descubrir de nuevo el cielo raso protector de la sala. Y cada vez que se abrían era la noche y la luna mientras lo subían por la escalinata, ahora con la cabeza colgando hacia abajo, y en lo alto estaban las hogueras, las rojas columnas de rojo perfumado, y de golpe vio la piedra roja, brillante de sangre que chorreaba, y el vaivén de los pies del sacrificado, que arrastraban para tirarlo rodando por las escalinatas del norte. Con una última esperanza apretó los párpados, gimiendo por despertar. Durante un segundo creyó que lo lograría, porque estaba otra vez inmóvil en la cama, a salvo del balanceo cabeza abajo. Pero olía a muerte y cuando abrió los ojos vio la figura ensangrentada del sacrificador que venía hacia él con el cuchillo de piedra en la mano. Alcanzó a cerrar otra vez los párpados, aunque ahora sabía que no iba a despertarse, que estaba despierto, que el sueño maravilloso había sido el otro, absurdo como todos los sueños; un sueño en el que había andado por extrañas avenidas de una ciudad asombrosa, con luces verdes y rojas que ardían sin llama ni humo, con un enorme insecto de metal que zumbaba bajo sus piernas. En la mentira infinita de ese sueño también lo habían alzado del suelo, también alguien se le había acercado con un cuchillo en la mano, a él tendido boca arriba, a él boca arriba con los ojos cerrados entre las hogueras.

miércoles, 10 de marzo de 2010

La Manita

Aunque no es un tema que sea único y exclusivo de la moto hay una cosa que a todos nos sucede a menudo y que a mí por lo menos me infla las pelo...esto...me saca de quicio.Esta cosa es "LA MANITA".

Pongo un ejemplo real.Iba por una calle y me aproximo a un cruce en el cual tengo preferencia,el coche que se aproxima por la derecha al cruce tiene un stop,y como ser civilizado para,para hacer un giro a la izquierda,yo sigo mi camino cada vez mas cerca del cruce en cuestión y el conductor del coche me mira,con la mirada intenta escrutar mis intenciones con su sentido arácnido y noto como su cerebro palpita con la duda;"¿salgo,no salgo,me dará tiempo antes de que pase el gañán este de la moto?".El tío no se decide a tiempo,pero cuando estoy a no mas de 10 metros del cruce el tipo mete primera suelta el freno y sale,haciéndome meter un frenazo,tener que esquivarlo y casi caerme...y ahí esta "LA MANITA",la puta mano que saca todo el mundo,pero sin hacer nada más sin ni siquiera darle importancia al hecho de que casi entro por su ventanilla a saludarle.Al tío lo miré con esas miradas que dicen: "me cago en tu padre,en tus muertos y en toda tu estirpe", y lo que recibo,como normalmente pasa en estas situaciones es la mirada de: "macho,no me mires con esa cara,que me cabreo,¿no ves que ya levanté la manita". Esto no es más que un ejemplo de lo que a lo largo del día si haces unos cuantos kilómetros te pasan al menos un par de veces.

Y es que siempre pasa igual,hay gente que ya te pueden llevar por delante,haberte roto el cuello o asesinar a tu abuela con una cucharilla de café que levantando la manita de los cojones ya esta todo solucionado.

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domingo, 7 de marzo de 2010

Símbolos Custom I. La Cruz de Hierro.

Intentaré poco a poco ir escribiendo entradas sobre los diversos símbolos identificativos que se utilizan en el mundo de las motos custom como; las calaveras, la cruz de hierro, la bandera sureña...

Empezaré con la cruz de hierro, que es uno de los más extendidos, si no el más.

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En un principio la cruz de hierro era el símbolo de los Caballeros Hospitalario u Orden Teutónica (nombre completo Caballeros Teutónicos del Hospital de Santa María de Jerusalén), que fue una orden religioso-militar dedicada a la defensa de Tierra Santa, fueron fundados en 1190 en San Juan de Acre (actual Akko en Israel). Esta orden escogió como símbolo identificativo una cruz negra sobre fondo blanco que al poco tiempo fue modificada,ensanchando los extremos(cruz patada).

Caballero Teutón con escudo del Gran Maestre:

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La orden fue variando su objetivos con el paso del tiempo y hoy día es una orden caritativa asentada principalmente en Centroeuropa. Aunque en 1806 la orden fue prohibida por Napoleón Bonaparte momento en el cual Prusia adopta el símbolo, en un principio como condecoración a los oficiales que habían mostrado valor en combate, pero con la consolidación alemana (primer Reich) pasa a ser parte de la simbología de la Marina de Guerra Imperial Alemana.

Con la subida al poder de Adolf Hitler y la fundación del Tercer Reich pasó a ser uno de los símbolos mas comunes del ejército alemán,estando presente tanto en la Luftwaffe(aviación), la Kriegsmarine(marina) o el Heer(ejército).

En la Segunda Guerra Mundial los soldados aliados que a la postre se convertirían en los primeros moteros custom recogieron estas cruces como botín de guerra, y a su vuelta a Estados Unidos empezaron a usarlos en su indumentaria motera como símbolo de dureza y fuerza.

La cruz tuvo gran aceptación y a partir de ese momento se incorporó en los escudos y parches de multitud de motoclubs o simplemente como decoración en chalecos y motos.

A veces se confunde la cruz de hierro con la cruz de malta,que poco o nada tienen que ver.

Cruz de Malta:

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Cruz de Hierro o cruz paté:

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miércoles, 3 de marzo de 2010

Bricoñapa.

Llevaba algo más de dos meses sin freno trasero y con un pequeño ruido en el embellecedor del tubo de escape delantero,así que aprovechando las vacaciones me decidí a ponerle solución.Como me parecía poca cosa no lo llevé al mecánico y me puse manos a la obra.

Lo primero era el diagnóstico y vi que ambos problemas surgían del mismo punto,el embellecedor se había movido y hacía tope con el pedal de freno.Desmonté el embellecedor y tenía el soporte de la abrazadera superior roto y estaba ligeramente alabeada.

La Pieza que daba problemas:

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Los problemas:

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Lo segundo era el tratamiento,ver como se podía arreglar eso,como no tengo grupo electrógeno para soldar decidí aplicar soldadura en frío.Para la ñapa compré;3 abrazaderas de acero de de 32 a 50 mm,Soldadura en frío Nural 27,lija para metal de 200 y 300,una broca de roca para esmerilado y "3 en 1",que no era para la ñapa en sí pero con un freno que no tocaba desde hace 2 meses seguro que necesitaba algo de lubricación.

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Después de saber como iba a hacer la ñapa me puse manos a la obra.

1º-Lijar la zona en la que aplicar la soldadura,ya que con el oxido pega mal.

2º-Aplicar la soldadura.La soldadura en frío no es mas que un pegamento muy fuerte especial para metal de dos componentes,al comprarlo hay que fijarse en los materiales para los que es válido y la temperatura a la que trabaja bien.

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3º-Esmerilar la zona en la que pegaba el pedal,ya que al estar un poco alabeado el embellecedor al ponerlo de nuevo no quedaría bien.

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4º-Volver a montarlo todo.

Después de esto sólo quedaba por encender la moto,no fuera a ser que con el calor se cayera todo.Y quitando un ligero olor a gambas quemadas(supongo que porque la mezcla no estaba totalmente seca) el freno tenía juego y el embellecedor no se movía.

El final:

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lunes, 1 de marzo de 2010

La Equipación.

Como todo el mundo o casi todo el mundo sabe la equipación que se lleve en la moto es muy importante,utilizando esa manida frase;"En moto la carrocería eres tú".

Ejemplo de tío que no sabe eso de que la carrocería es uno mismo:

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Pues bien,para decidir cual sería la equipación adecuada me tome mi tiempo,para escoger tomé en cuenta varias cosas;uso de la moto,climatología,estilo y presupuesto.

Básicamente hay dos tipos de tejido en esto de las motos,con sus pros y sus contras:

-Cuero,pues pellejo de algún animal curtido.En cuero hay vestimenta para motos "R"(deportivas) y estilo "Custom",si ves cualquier peli americana de moteros pues la que llevan,da igual que la película que veas sea la infame "Torque" que "Salvaje"(de 1953 con Marlon Brando),la cosa con mas o menos tachuelas es igual.

-Cordura,por otra parte tenemos la bendición de la cordura,es un tejido de Nylon que invento hace casi un siglo la DuPont,y que hace un par de décadas se utiliza para equipaciones moteras.Estas prendas suelen tener 3 capas,la de Cordura propiamente dicha,una impermeable y otra,normalmente extraíble de protección contra el frío.

La Cordura es mas versátil,aunque teóricamente tiene menos resistencia a la abrasión.El cuero es supuestamente más duro,pero como te pille un chaparrón te tiras 10 días para secarlo.

Como el uso que le doy a la burra es bastante intenso,la utilizo todos los días,como poco para ir a trabajar y habitualmente me doy una vueltecilla para relajar después del tajo.El clima en Asturias no es lo que se dice desértico y mi presupuesto es ajustado,decidí comprar una sola equipación,al menos de momento,y lo que me pareció más lógico fue el comprarla de Cordura.

Miré y remiré me pateé todas las tiendas de las que tuve constancia en Gijón,Oviedo y Mieres y encontré una de outlet en Gijón,si a alguién le queda a mano y no le importa tener la última moda en ropa motera está muy bien de precio,se llama Comercial Yoralanza,queda en la Av. Castilla.

Me compré una chaqueta y unos guantes IXS y unos pantalones Som3,y me salio todo por unos 260€,un precio más que razonable creo yo.


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