Este domingo para cumplir con una tradición que desconocía y de la que a partir de ahora seré devoto,subimos a ver la nieve y tirarnos unos bolazos.
Tuvimos suerte y el día amaneció soleado y con una agradabilísima temperatura de trece grados que subió ligeramente durante el día.
A las diez en punto estábamos en el punto de reunión como mandan los cánones,con el depósito cargado y listos para una jornada de ruta.No se si fue porque la gente esperaba peor día o que el frío no les va demasiado pero salimos pocos de Gijón,sólo cinco motos,que media hora después de la hora de quedada partimos por carreteras secundarias dirección Mieres.
Subimos el Alto de la Madera,llegamos a la altura de Noreña y después enfilamos hacia La Felguera,en un principio pensábamos que íbamos a ir por el alto de Santo Emiliano,pero Sobakero,que comandaba el grupo además de alergia a las autopistas parece tenerla también a cualquier carretera mínimamente conocida y subimos por,lo que creo que se llama,el alto de San Tiso,una carretera por la que sólo pasan lugareños,ciclistas y alguna que otra cabra.No es que fuese un puerto de extrema dificultad,pero si que era una carretera desconocida para el común de los mortales.
Debían de ser las doce más o menos cuando llegamos al segundo punto de reunión en el Charly,en Mieres(ya os comenté alguna vez alguna cosa sobre esa cafetería).Aquí nos vimos con Viriato y nos abandonaron Cuervu y Sobakero,que se les hacía tarde.El resto del grupo,cuatro motos y seis almas en total,emprendimos de nuevo ruta camino del puerto de San Isidro.Negociamos los cincuenta kilómetros en una hora,así que poco antes de la doce y media ya estábamos tirándonos bolazos y haciendo un muñeco de nieve,influencia de las hiperglucémicas películas navideñas supongo.
Antes de ponernos a bajar hicimos una parada en el bar que hay a pie de pista a tomarnos un caldito y a comer una gominolas(eso yo,cosas de la diabétes).
Para comer nos llevó Taz a la Xagosa,en el polígono de Gonzalín en Mieres,la verdad que el sitio engañaba,por fuera no era muy distinto a las naves que tenía alrededor,pero por dentro la decoración estaba bien trabajada y la comida era muy buena,incluida la parrilla,además el precio fue bastante contenido,el menú especial nos salió a quince euros,con tres platos y postre casero.
Antes de ir cada uno a su casa pasamos,como no,por el Frontón a tomar la penúltima,la vuelta la hicimos por autopista,que aunque por el tiempo no lo pareciese estamos en invierno y la noche cae pronto.